¿Qué provincia os viene a la cabeza si os hablamos de una intrincada orografía de hoces, laberínticas rocas calizas, vertiginosos paredones desde los que los buitres leonados, reyes de los escarpes, levantan el vuelo, y de los que además, cuelgan casas que desafían la ley de la gravedad?
En efecto, estamos hablando de Cuenca, que encantada estuvo de acogernos hace unos fines de semana para ayudar a que superáramos el temido trauma post vacacional.
Porque al igual que un clavo saca otro clavo, una nueva escapada ayuda a olvidar la anterior, y Cuenca, para los que vivimos en Madrid, resulta un lugar cerquita de casa, pero en el que puedes llegar a sentirte aislado del mundo, o igual es que nosotros hacemos cosas tan raras, que terminamos siempre perdidos de la mano de dios por caminos por lo que no nos cruzamos con nadie.
Quizás sea una combinación de ambas cosas, y así, huyendo de los lugares más turísticos, acabamos montando nuestro campo base en el camping de las majadas, un alojamiento sencillo a unos dos km del pueblo del mismo nombre y en el que, con buen tiempo, se disfruta mucho. Está en pleno campo, y es aterrizar en él, y olvidarte de las bestias.
Desde aquí planificamos nuestros recorridos en bicicleta por el Parque Natural de la Serranía de Cuenca. Uniendo pistas y carreteras locales con poco tráfico, conseguimos abordar una extensión maja como para hacernos una buena composición del lugar, y alimentar así las ganas de volver en otras ocasiones.
El primer día organizamos la ruta entorno a los callejones de las majadas, un lugar no tan conocido y concurrido como la Ciudad Encantada, pero que también permite contemplar las caprichosas formas de sus rocas calizas. Para descubrirlo, dejamos las bicis en el parking de coches de la entrada y a pie seguimos la senda que nos adentra entre sus oquedades. Es un camino fácil y cortito, ideal para que nuestros pekes estiraran un poco las piernas.
Claro que para llegar hasta los callejones, hubimos de hacer algo de empujabike al inicio de la ruta, un esfuerzo que se vio recompensado con las estupendas vistas de un mar de pino negral y albar que nos acompañó durante toda la ruta. Si a esto le sumamos la espectacular estampa desde el mirador del Tío Cogote, donde decidimos montar nuestro merecido picnic y reconfortante sobremesa, la ruta no tiene desperdicio.
Conviene aclarar que todas las rutas que publicamos en la web las hemos hecho con nuestros niños, pero no nos gusta entrar a valorar su dificultad porque no somos expertas en esta materia, y seguramente lo que a nosotras nos pueda parecer fácil o difícil, para otra persona no lo sea. Eso sí, siempre compartimos nuestros tracks con recorrido, km, desnivel…, para que cada uno, conocedor de sus capacidades, sopese si quiere embarcarse en él o no, y el de esta ruta en concreto lo podréis encontrar aquí.
No encontramos lobos, pero los que iban en cabeza sí pudieron atisbar algún ciervo campando a sus anchas.
Al caer la tarde, el camping nos estaba esperando. Duchita refrescante e iniciamos los preparativos de la cena, nuestra particular odisea de “en busca del fuego” para preparar una barbacoa, de esas de con premeditación y alevosía, que devoramos a la fresca y bajo un cielo estrellado. Y ya, con el buche lleno, a la cama que hay que descansar, para que mañana, podamos continuar… ¿qué os parecen estos curiosos refugios del camping? A nosotras nos hicieron rememorar tiempos mozos y entre nuestros pekes causaron sensación, con el sube y baja de las literas y la aventura de dormir en saco.
Al día siguiente, salimos también montados desde el camping por la carretera que va de las Majadas hacia Poyatos. Al poco de haber coronado el puerto, nos desviamos por una pista con buen firme en general, algo de piedra suelta, roderas, y un sube-baja continuo, en dirección a la cascada del río Trabaque, otro rinconcito sobrecogedor de la Serranía de Cuenca. La zona es muy bonita, conocida como dehesa de los olmos, y aunque pillamos la cascada con un hilito de agua después del estío, nos quedamos embobados, una vez más, con la verticalidad de esos riscos calizos y el vuelo de los buitres.
Si planificáis vuestra escapada con tiempo, podréis reservar una visita al Parque de El Hosquillo, en el que se realizan labores de conservación de los recursos naturales de la Serranía de Cuenca, así como investigación y educación ambiental; un gran aula al aire libre donde poder ver los diversos animales en semi-libertad que en él habitan, y que de seguro entusiasmará a los más pekeñajos.
Ah, se nos olvidaba, no perderse las cocina tradicional, ese morteruelo, las ricas migas serranas, el pisto manchego, y la oreja del mesón cerrillo, una oreja como jamás la habíamos comido, sin desestructurar, así, tal cual, a la plancha y emplatada entera, algo que impacta en todos los sentidos.
Hola Pekebikers.
Primero de todo datos la enhorabuena y las gracias por esta web.
Desde hace unas semanas la tengo ya entre mis favoritos.
Tenemos un peque de 14 meses y nos negábamos a hacer los típicos planes tranquilos con bebés. Así que e hemos decidido inculcarle desde bien pequeño el mundo de la bici, así que desde los 9meses lo llevamos metido en un remolque con su sillita de coche inclusive.
Hicimos las dos rutas de las majadas, nos encantaron, y el peque se portó como un campeón.
Lo dicho, gracias por vuestra iniciativa.
Un saludo,
Pd: mañana toca el Saler 😉
Hola Josemi!
Nos alegramos un montón de que os haya gustado las rutas, y la zona es una pasada eh! También nos gusta que nos contéis vuestras experiencias al hacer estas rutas con vuestros retoños para confirmar que con pekes no solo se puede sino que se disfruta mucho, tanto padres como pekes 🙂
Un abrazo!
Ana y Laura
dentro de poco vamos a hacer una excursión en bici por Cuenta y justo estabamos buscando un blog con esta información, muchas gracías Pekebikers.
Qué bien Ignacio! ya nos contaréis!